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Tarjetas de visita

Con mis últimas mudanzas dejé de hacerme tarjetas de visita. Después de varios años he comprobado que la tarjeta aún funciona y, por no tenerlas, he perdido la posibilidad de recuperar y crear contactos que me interesaban. Curiosamente, los contactos que menos me interesaron sí tenían tarjeta. Parece haber quedado relegada a propósitos comerciales. Aún así, he decidido recuperarlas y ya veremos qué pasa.

Lo nuevo sólo debe sustituir a lo viejo cuando realmente puede reemplazarlo. La gente cada vez es más reacia a crearse tarjetas de visita, pero luego pasa lo que pasa cuando no se tienen. Según quién, y para lo que la use, le hará más falta o no. Cada uno la querrá para algo distinto y de una forma determinada. Pero todos coinciden, ahorra tiempo y esfuerzo. Te cruzas con aquel compañero con el que perdiste el contacto y no os podéis entretener; tarjetazo. Vas a ver alguien y no está, tienes que dejarle una nota (paquete o recado) y quieres asegurarte de que tiene forma de contactar contigo y que sepa que eres tú; tarjetazo. Estás en cualquier parte y necesitas dar tus datos a alguien; tarjetazo.

Cosas habituales que raramente funcionan son:

  • Hazme una perdida y luego apunto tu número. Acabas tardando más de la cuenta en añadir a tu agenda y sólo consigues perder el número u olvidar quién era.
  • ¿Tienes un papel y un boli? Claro, nosotros nunca llevamos y confiamos en que los demás sí.
  • No te preocupes, es muy fácil de recordar. Sí, y más fácil de olvidar. Si los números y nombres fueran tan fáciles de recordar las marcas comerciales no gastarían tanto en publicidad.

Tenía muchas ganas de conocer Asturias, así que este año decidimos visitarla. Desde el principio del viaje aproveché para sacar fotos y así ir calmándome. Lo primero que me impactó al llegar al aeropuerto fue el fuerte olor a hierba fresca. No pudimos tomar el autobús, así que tomamos otro para Oviedo y allí el directo a Gijón.



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La gente es amable y encantadora. A todos los que preguntamos estuvieron encantados de ayudarnos y nos aconsejaban sitios para visitar. El primer paso fue ir al punto de información infogijón en el puerto deportivo.



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Para hacer tiempo paseamos por el cerro de Santa Catalina y la playa de San Lorenzo.



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Gibraltar Crystal

Siempre que ando cerca de Gibraltar, y puedo, intento visitar el taller de soplado de vidrio Gibraltar Crystal. Allí puedes observar el proceso de creación de piezas de cristal por soplado desde un lugar privilegiado. Sintiendo el calor de los hornos y a escasos metros del artesano, sin que cueste nada, y en lo que dura la jornada laboral, la gente puede entrar y salir libremente del taller para ver la maestría con la que manejan la masa de cristal incandescente soplándola en moldes o al aire y dándole caprichosas formas y acabados. Una a una se van almacenando en hornos para su enfriado lento. Para solucionar las dudas, puedes visitar en la parte delantera del taller las recreaciones y explosión de herramientas. Menos espectacular, pero más cómodo, son los vídeos continuos en los que cada detalle del proceso es explicado. No se puede evitar pasar por la tienda con su extensa variedad.

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Gibraltar Cristal fue creada en 1994 por los maestros Paul Alexander y Stuart Quick. Ambos llegaron de Dartington Glassworks, Inglaterra, con más de veinte años de experiencia cada uno. Hoy también se encuentran los maestros Stuart Shute y Paul Larner.

Gibraltar es un sitio muy curioso para alguien que va por primera vez. Poco ofrece al que regresa, salvo tabaco y alcohol más baratos, pero recomiendo no dejar visitar este sitio al que se encuentre cerca.

No me canso de visitar el Museo de Ferrocarril. Los sábados la entrada es gratuita. En la vieja estación de Delicias se puede observar viejos trenes. Cuidado hasta el último detalle, parece que pueden partir en cualquier momento. Puedes entusiasmarte observando cada detalle de una enorme locomotora de vapor seccionada para analizar cada detalle de la caldera, pistones, válvulas... En los andenes te puedes entretener con maquetas, vagones, motores seccionados. Hay una sala entera para los viejos relojes de estación. Se puede ver las viejas herramientas de trabajo, una imprenta-troqueladora de billetes de cartón, centralita de teléfonos, telégrafos, calculadoras. Puedes encontrar un fuelle de dimensiones inimaginables usado para la fundición del metal. Se puede observar la evolución de la implantación y reparación de railes en una recreación a tamaño real. Puedes disfrutar de varias maquetas ferroviarias cedidas al museo. Aunque la escala reina sea la H0, allí abunda la N, y puedes estar a la una y media de la tarde las puedes ver en marcha. Los críos, y los no tan niños, pueden montar en trenes miniatura que marchan y paran a las órdenes del jefe de estación. Siempre que he ido ha estado una exposición de pintura de temática ferroviaria y una obra de teatro infantil. Para reponer fuerzas siempre queda el vagón cafetería. A la salida puedes llevarte algún recuerdo, incluso un kit de iniciación al ferromodelismo.

Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, patrimonio Nacional y monumento patrimonio de la humanidad, fue el centro político del imperio de Felipe II, donde organizó su palacio y biblioteca así como su panteón, el de sus padres, Carlos I e Isabel de Portugal, y el de sus familiares y sucesores, donde edificó una gran basílica y fundó un monasterio. Fijó el emplazamiento del conjunto a finales de 1562, colocándose la última piedra en 1584, según proyectos de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera.

El edificio fue construido con una triple finalidad: servir de panteón, de palacio y de convento.

Recibió su nombre como conmemoración de la victoria en la batalla de San Quintín, ocurrida el día de San Lorenzo y a eso se debe su forma de parrilla, instrumento utilizado para el martirio del Santo.

Para las necesidades del alojamiento y servicios de la Corte se construyeron las llamadas Casas de Oficios, Ministerios, Infantes, Reina y la Compaña, conectadas entre sí por medio de arcos.

La obra fue decorada por varios pintores italianos, entre los que destacan: Zuccero, Tibaldi y Cambiaso. También sobresalen las pinturas del Bosco y el Greco, así como las esculturas de Monegro y la obra maestra de Claudio Coello, La Adoración de la Sagrada Forma, que preside el retablo de la sacristía.

La biblioteca de El Escorial fue creada por expreso deseo de Felipe II, cuenta con un excepcional fondo de impresos, manuscritos y códices. La actividad científica de esta institución se remonta a los tiempos de su fundación. En los últimos años su trabajo se ha centrado, fundamentalmente, en la catalogación sistemática de sus fondos.

Zoo Aquarium de Madrid es de esos sitios a los que hay que volver. Por rápido que vayas, mal se ve en un día. Lo mejor es tomarlo con calma, decidir plano en mano qué se quiere ver y dejar lo que no de tiempo para otro día. La espontaneidad de los animales hace que a cada momento se pueda ver algo nuevo. Las actuaciones no se deben perder. Sorprende ver como obedecen a sus educadores con tanta naturalidad. Lo que darían muchos niños para que en el colegio les enseñen con golosinas como premio.

Manda la tradición hacerse una foto en la entrada del parque.

En el tiempo que llevo en Madrid he visitados pocos museos, así que aprovechando que pasaba por allí, y que hoy era gratis, entré en el Museo Nacional de Antropología. Siempre resulta curioso ver reflejos de otras culturas en objetos. Es inevitable compararlo con la nuestra y te hace pensar en cómo se parecen culturas diferentes e, incluso, cuán distintas pueden ser dos culturas aparentemente parecidas.

Lugares así nos invitan a reflexiones fuera de nuestras costumbres y a formular preguntas que nunca habríamos sospechado hacer. Me estremeció cuando me hicieron una observación sobrecogedora. Mientras veía objetos de tribus consideradas incivilizadas por nuestros antepasados me invitaron a que me fijase en las fechas de los cubiertos. Es realmente curioso como el uso de una cuchara fuera tan tardíamente adoptado por una Europa civilizada mientras los "bárbaros" ya la usaban.

Es mejor dejar de escribir ahora que estoy en un momento filosófico-reflexivo.


Con cinco años a sus espaldas, ya era hora de que fuera al Warner Bros Park y ver por mi mismo lo que me habían contado. La cosa no empezó muy bien. Compramos la entrada + billete de tren cercanías. Es cierto que puedes ir al parque desde cualquier estación de cercanías, pero no nos quedó nada claro que no debía ser en el mismo tren. ASí que tomamos uno hasta Atocha, otro hasta Pinto y allí el ramal a Parque de Ocio, que aunque parece la misma línea algo descolorida en el plano, es una línea completamente diferente. Como además nos tocó "el tren de las ruedas pinchadas" entre una cosa y otra tardamos dos horas en llegar (desde que compramos las entradas). Menos mal que el resto del día se arregló. Apenas hicimos cola para entrar, aunque se nos hizo eterno. Debimos parecer adolescentes, incluso puede que más jóvenes aún. No habíamos avanzado casi nada y ya tenía fotos con Lucas. Dimos una vueltecita por Cartoon Village y no pudimos resistirnos a visitar la fabrica Acme creyendo que no nos mojaríamos. Ese fue el principio de un día divertido. Atracciones, actuaciones, más atracciones. Tuvimos suerte, apenas hicimos cola en nada, en un par de sítios. En La Sombra del Murciélago, unos diez minutos, y en el Hotel Embrujado, unos veinte minutos.

La comida del menú que tomamos no era muy buena, pero tampoco se salía demasiado de precio (catorce euros) y las tiendas no me parecieron tampoco caras: treinta euros por una cazadora vaquera de entre tiempo y veinticinco por un peluche más grande que muchos de los niños con los que me encontraba por el camino. Aunque fue un día de no parar de soltar dinero, creí que sería peor.

Es curioso que las atracciones en las que más de divertí fueron las más simples, y las más mojadas.

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