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La vida al campo

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Cada vez oigo a más gente hablar de la felicidad de vivir en una casita con su vaquita y sus ovejitas, desayunando los huevos de su gallinero y preparando ensaladas con las lechugas y tomates de su huerto. A todos siempre les respondo que yo soy un urbanita.

Ser un ratón de ciudad no significa que no sepa perfectamente que a las vacas no les importa que sea domingo y debes madrugar igualmente para ordeñarlas. Tampoco me impide saber que a las ovejas no les importa que estés cansado, indispuesto o de vacaciones; debes sacarlas igualmente y cambiarles la paja antes de devolverlas al redil. Los tomates y lechugas no crecen solos, hay que preparar la tierra y vigilarla. El campo no tiene fines de semana, vacaciones ni bajas por enfermedad. La jornada laboral empieza antes de despuntar el día y acaba después de la puesta del Sol. Soy un urbanita porque soy más libre en la ciudad.

Quizás todo sea porque la gente cuando vuelve de una casa rural queda convencida de haber "vivido el campo". Por fortuna cuando van a veranear a la costa no vuelven creyendo haber tenido una "experiencia marinera".



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1 comentario

Tienes toda la razón. La gente dice eso de vivir en el campo por decir, sin ningún tipo de reflexión previa. Parece que la casa del prójimo siempre es más apetitosa...

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