Continuamente usamos y vemos usar palabras en diferentes contextos que asimilamos lo mejor que podemos y que acabamos usando, demasiadas veces, incorrectamente. El problema de usarlas mal y no expresar correctamente lo que queremos, o de que al usarlas no entendamos debidamente lo que nos dicen, deriva a diálogos de besugos y situaciones inverosímiles.
Es difícil definir un culpable. Bien por el cine, la televisión, la radio o a pie de calle; bien por medio de la publicad, leyendo o en una conversación. Palabras que usadas en un entorno profesional son entendidas en su ámbito coloquial. Otras que simplemente se han asociado mal desde el primer momento.
Lo realmente terrible es que acabamos usando palabras y expresiones de forma inapropiada. Un error en el que caemos casi todos, pero por fortuna no todos caemos en los mismos errores y deberíamos, en medida de lo posible, sacar de los errores cuando no erramos y dejarnos sacar cuando lo hacemos. Ahora se convierte en un problema de orgullo, prepotencia y, sobre todo, de ego.
Hace mucho tiempo, en mi grupo de amigos, llamábamos palabro a las palabras que eran difíciles de pronunciar, no usábamos habitualmente o que eran mal usadas, por nosotros o por otros.
Quedo demasiado lejos, en el uso del lenguaje, de Fernando Lázaro Carreter y no voy a atreverme a poner El dardo en la palabra. A lo que sí me voy a atrever es a crear una línea de posts palabros.
Supercalifragilisticoespialidoso